Oportunidades Educativas: escuchar para construir alternativas

Los retos y las transformaciones en la lucha contra el Abandono Educativo Temprano (AET) han generado un escenario de debates y proyectos enriquecedores. Todo y la mejora relativa en las tasas de AET, hace falta una estrategia global que reconozca las iniciativas existentes con una atención especial a la mirada de género y que defina un modelo integral de orientación que afronte una realidad compleja y cambiante.

En los últimos tiempos, en nuestro entorno, se han creado espacios donde hemos compartido proyectos y debates muy enriquecedores centrados en los grandes conceptos y retos del trabajo contra el Abandono Educativo Temprano (AET): procesos, perfiles, enfoques metodológicos, orientación, entre otros. Y lo que está muy claro es que estos conceptos, de una manera contundente y más o menos intencionada, forman parte de los diferentes proyectos que abordan de forma efectiva el grave fenómeno del AET en Cataluña. 

Los y las profesionales que dan respuesta a las transiciones juveniles tienen muy integradas estas diferentes perspectivas, porque su know-how tanto académico como práctico nos indica que “es lo que funciona”. Lo cierto es que se ha producido un cambio de perspectiva, una nueva manera de analizar los retos y un cambio en las metodologías de respuesta, desde una diversidad de ámbitos de trabajo y perspectivas. A pesar de los múltiples proyectos e iniciativas surgidos para abordar esta grave problemática social, es necesario definir una estrategia integral y global. Esta estrategia, sobre todo, debe poner en el centro los cambios sociales, culturales, educativos y ocupacionales que están sucediendo.  

A pesar de los retos que suponen los datos y sus limitaciones en la recopilación objetiva de la realidad de las transiciones juveniles, las medidas más estandarizadas indican una mejora relativa en la tasa de AET en los últimos años. Es por este motivo que hay que valorar y reconocer todas estas iniciativas que han contribuido a la lucha contra el abandono. Sin embargo, ante los resultados y los datos generales, podemos argumentar que estas iniciativas son claramente insuficientes. Hay que reconocer que, sin el despliegue de estas iniciativas, los datos reflejarían un desafío aún mayor. 

Si miramos los datos que reflejan la realidad de los y las jóvenes que no han terminado estudios postobligatorios, pese a la mejora relativa de los últimos años, destacamos que un 14 % de los jóvenes de entre 18 y 24 años no ha proseguido con sus estudios después de la ESO. Año tras año, la evolución histórica nos muestra que las tasas de AET se equiparan entre chicos y chicas. Históricamente, ha sido un fenómeno muy masculinizado, pero los últimos datos indican un cambio en esta tendencia. Hay un 12,2% de personas entre 18 y 24 años que no estudian, ni trabajan, ni tienen formación; pero la mayoría de NEET se encuentran en búsqueda de empleo. Dadas las características del contexto actual, el acceso al mundo laboral se convierte cada vez más difícil, especialmente con el incremento de las especializaciones. En un mercado laboral que no contrata a jóvenes, es importante remarcar que sobre todo no contrata ni chicos ni chicas sin estudios secundarios postobligatorios. 

Es evidente que las desigualdades socioeducativas influyen. Más allá de las desigualdades y la segmentación del sistema educativo, es urgente flexibilizar las opciones profesionalizadoras y valorar equitativamente las diferentes vías formativas. La tensión entre el currículo y las competencias también afecta al sistema educativo. Es necesario que tengamos muy presente que todo ello incide en las posibilidades y las oportunidades el abordaje de las transiciones. Y, por tanto, condicionan las elecciones y la accesibilidad a los diferentes itinerarios educativos. 

En un contexto volátil, complejo y ambiguo, las transiciones juveniles también son complejas. Este contexto se caracteriza por cambios rápidos, relevantes y continuos, así como por la presencia de múltiples variables que influyen en las interacciones y las evoluciones. Las relaciones son difíciles de comprender o explicar antes de que sucedan, con pocas probabilidades de predicción. Hay itinerarios caracterizados por una diversificación y/o prolongación, teniendo en cuenta la heterogeneidad de los puntos de emancipación, donde es cada vez más evidente la necesidad de reversibilidad de las transiciones, con elementos poco flexibles que se encuentran presentes en los sistemas formativos y ocupacionales. 

Para finalizar, me gustaría señalar que esta coyuntura requiere definir y concretar unas líneas básicas, unos ejes estructuradores para la articulación de la respuesta a las necesidades de los jóvenes desde una perspectiva integral. Este enfoque debe poner de manifiesto las limitaciones estructurales y adelantarse a dar respuesta a este nuevo paradigma, más allá de la secuencia lineal de proyecciones a medio/largo plazo. Es crucial escuchar los proyectos y las orientaciones de éxito y proporcionar acompañamiento desde una perspectiva holística para normalizar nuevas coordenadas en la orientación. 

Debemos abordar esta nueva realidad como navegantes modernos, con nuevas coordenadas orientadoras y las herramientas adecuadas. Ya no se necesita una brújula y conocer dónde está el norte, sino la precisión de un satélite para explorar varias rutas sin perdernos en el camino.