La Fundación Ferrer i Guàrdia pone el foco en la violencia digital contra las jóvenes en el 25N
25/11/2025
La Fundación Ferrer Guardia ha presentado, en la jornada “Territorio, género y tecnología: diálogos sobre violencias digitales”, los resultados preliminares de un estudio sobre el impacto de las violencias digitales en mujeres jóvenes, con una perspectiva interseccional que combina género, edad y territorio.
El estudio evidencia que muchas formas de violencia digital continúan normalizadas en la vida cotidiana de las jóvenes que les resulta difícil reconocerlas. Además, señala que el contexto territorial —especialmente en entornos rurales— intensifica factores de riesgo como la falta de anonimato, la escasez de recursos especializados y las dificultades de acceso a servicios y transporte.
En un contexto en el que una de cada cuatro jóvenes recibe insinuaciones inapropiadas en línea, más de la mitad de las víctimas sufre ansiedad o estrés, y solo un 6 % se siente muy segura en el entorno digital, la investigación subraya:
Las violencias digitales reproducen y amplifican desigualdades offline.
Las jóvenes tienen dificultades para identificar estas violencias.
Las administraciones deben mejorar su respuesta y credibilidad. Para ello, es necesario regular las grandes plataformas digitales.
Las redes de apoyo entre iguales y los colectivos feministas locales son clave para la protección.
Crónica de la jornada
La presentación se ha realizado en el marco del 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, coincidiendo con la campaña de la ONU “ÚNETE para poner fin a la violencia digital contra las mujeres y las niñas”.
La sesión ha permitido contextualizar los datos, identificar retos emergentes y señalar prioridades para orientar políticas públicas más adaptadas a la realidad juvenil y territorial.
Conceptualización de la violencia digital
Las investigadoras Sandra Gómez y Marta Fullola expusieron que la violencia digital es un fenómeno estructural que traslada al entorno online dinámicas patriarcales ya existentes: control, vigilancia, acoso o difusión de imágenes sin consentimiento. Señalaron la falta de un concepto común y el alto riesgo de normalización entre las jóvenes, especialmente por el peso del control en relaciones afectivas y en redes sociales.
Las jóvenes habitan un ecosistema digital donde muchas agresiones se perciben como parte del paisaje. Comentarios sexuales no deseados, presiones para enviar fotos, control de la pareja o la difusión no consentida de imágenes se integran en lo cotidiano hasta volverse casi invisibles. Esta normalización nace de un aprendizaje colectivo: crecer en internet implica asumir riesgos que se interpretan como inevitables. Así, solo las violencias más explícitas se reconocen, mientras que las más frecuentes —las que afectan a su autonomía y autoestima— quedan ocultas.
La dificultad para detectar estas violencias no responde a falta de capacidad, sino a cómo la cultura digital define qué se considera agresión. Muchas jóvenes interpretan comportamientos dañinos como “normales” en redes: recibir fotos explícitas, encajar insultos o aceptar control bajo la lógica del “cariño”. La relativización del entorno y la falta de un lenguaje institucional cercano refuerzan esta ambigüedad, retrasando la búsqueda de ayuda y aumentando la vulnerabilidad.
Especificidades del entorno rural
En los pueblos, la falta de anonimato amplifica el impacto de rumores e imágenes y desincentiva denunciar. La escasez de recursos especializados, de transporte y de formación digital limita el acceso al apoyo. Aun así, el estudio subraya la diversidad de ruralidades: en algunos territorios, el tejido comunitario y feminista actúa como espacio protector.
El rol de la administración pública
Las jóvenes no confían en las instituciones, que perciben poco adaptadas a su realidad. Las políticas suelen llegar diseñadas desde perspectivas urbanas, sin conexión con la ruralidad, y los recursos aparecen dispersos o mal coordinados, generando sensación de abandono institucional.
Redes de apoyo e iguales
El primer recurso real son las amistades, que actúan como filtro, diagnóstico y sostén emocional. En muchos territorios, los colectivos feministas locales funcionan como espacios seguros y de referencia. Articular estas redes con las instituciones es clave para ofrecer respuestas más efectivas.
Propuestas de las jóvenes
Piden formación cercana y con lenguaje propio, espacios seguros en el territorio y participación real en el diseño de políticas. Reclaman también mejorar la movilidad y fomentar la corresponsabilidad con chicos, familias y escuelas para no asumir solas la prevención.
Mesa redonda
La jornada incluyó una mesa de debate con Andrea Colomer (SIE Alt Pirineu i Aran), Alejandra Hernández (Universidad de Alicante) y FemBloc, que aportaron herramientas y prioridades para orientar políticas públicas más adaptadas a los territorios y a la realidad juvenil.
¿Cómo se entiende la violencia digital?
- Andrea Colomer (SIE Alt Pirineu i Aran) destacó que afecta a mujeres de todas las edades y que a menudo se confunde sexting con sexpreading, desplazando la responsabilidad a las víctimas.
- Alejandra Hernández (Universidad de Alicante) alertó del peso creciente de la manosfera en los discursos juveniles y de la continuidad entre violencia online y offline.
- Fembloc recordó que no existe separación real entre el mundo digital y el físico y subrayó la responsabilidad de las plataformas, cuyos mecanismos de respuesta siguen siendo insuficientes.
Todas coincidieron en que el relato social continúa responsabilizando a las víctimas y liberando de responsabilidad a plataformas e instituciones.
Territorio y desigualdades
- Colomer señaló los obstáculos rurales: falta de transporte, proximidad social y dificultad para denunciar cuando el agresor es conocido.
Hernández mostró datos que evidencian que las diferencias territoriales condicionan la percepción y la notificación de casos.
Fembloc defendió estrategias híbridas de protección digital y presencial, especialmente en zonas con escasez de recursos.
La moderadora subrayó que abandonar espacios digitales por inseguridad genera nuevas desigualdades.
Prioridades y cambios urgentes para 2025
Colomer priorizó la formación de profesionales, la prevención y una atención sin revictimización, además de espacios de referencia claros para jóvenes.
Hernández propuso un observatorio de violencia digital, campañas con mayor impacto y una estrategia integral que incluya regulación de plataformas y enfoque interseccional.
Fembloc pidió una formación institucional sólida, intervenciones específicas con hombres jóvenes y mayor responsabilidad de las plataformas en la retirada de contenidos y su coordinación con administraciones.
Las expertas también destacaron el papel de los algoritmos en la normalización del odio y la necesidad de exigir transparencia y veracidad en el contenido promocionado.
La jornada situó la violencia digital como un reto estructural que requiere políticas integrales, corresponsabilidad de plataformas e instituciones, y una mirada territorial que no deje atrás las realidades rurales. Las aportaciones de las ponentes refuerzan la necesidad de herramientas, datos y marcos normativos que garanticen espacios digitales seguros y equitativos para las mujeres jóvenes.
El proyecto “La violencia digital contra las mujeres y su impacto entre la población joven. Guías para orientar la acción política”, impulsado con el apoyo del Ministerio de Igualdad, el Departament d’Igualtat i Feminismes de la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona, ha incluido revisión documental, entrevistas, grupos focales y un proceso de co-creación con jóvenes, expertas y profesionales.
El estudio y la guía para administraciones públicas se publicarán próximamente en la página web de la Fundació Ferrer i Guàrdia.