La brecha digital: las tres dimensiones de las desigualdades sociodigitales
Por Sandra Gómez

La brecha digital: las tres dimensiones de las desigualdades sociodigitales


Sandra Gómez

Coordinadora de proyectos

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En una época en la que la tecnología digital ha transformado profundamente nuestra sociedad, las tecnologías digitales ofrecen oportunidades para mejorar la vida de las personas, pero no son la solución a las grandes desigualdades sociales. Al contrario, también pueden reforzar y ampliar las desigualdades existentes.  

Estas desigualdades están provocando que toda una parte de la sociedad esté quedando excluida de este nuevo paradigma tecnológico. Es lo que se conoce como “brecha digital”. Este concepto abarca tres dimensiones interrelacionadas que impactan profundamente nuestra vida cotidiana: el acceso, el uso y el aprovechamiento. 


1. Brecha de acceso 


La primera dimensión de la brecha digital es la brecha de acceso, que se centra en la disponibilidad de dispositivos y la conectividad a Internet. A pesar de los avances significativos en la accesibilidad a la tecnología, especialmente en cuanto a los smartphones, todavía existen disparidades importantes. 

Según un estudio de la Fundación Ferrer i Guàrdia [1], aunque el 91,6% de la población tiene acceso a Internet, este porcentaje baja drásticamente entre los sectores más vulnerables de la sociedad. En los hogares con ingresos inferiores a 1.100€ mensuales, sólo el 79,1% tiene acceso a Internet, comparado con el 99% de los hogares con ingresos superiores a 2.700€. Estos datos reflejan cómo la situación económica puede limitar significativamente el acceso a las tecnologías básicas. 

Un 20% de la población no tiene acceso a un ordenador, lo que limita severamente su capacidad de desarrollar competencias digitales esenciales y de realizar trámites en línea, que a menudo requieren certificados digitales. Sólo la mitad de los hogares con ingresos inferiores a los 1.100€ mensuales tienen acceso a un ordenador. Y si nos fijamos en la composición de los hogares, observamos que en el caso de los hogares monomarentales el acceso a un ordenador se reduce hasta un 32,7%.  

Analizar las condiciones de acceso a Internet es crucial. La falta de autonomía en este acceso crea barreras significativas. Esto se ve cuando hay que desplazarse físicamente para acceder a Internet, hacer deberes con un smartphone o ahorrar datos por falta de recursos.  

Por último, las innovaciones tecnológicas a menudo no aprovechan todo su potencial para mejorar la autonomía y la calidad de vida de todos, debido a la falta de un diseño universal que beneficie a personas con diferentes capacidades y las haga más inclusivas.  

2. Brecha de uso 


La segunda dimensión es la brecha de uso, que se refiere no sólo a la capacidad de las personas para utilizar la tecnología (la capacitación y las competencias), sino también a la variedad e intensidad con que se utiliza, que varía ampliamente, dependiendo de factores como la educación, la formación en competencias digitales y la familiaridad con la tecnología. 

Hemos observado que conforme se incrementa el perfil de inclusión digital también aumenta la diversidad de usos que se realizan y su intensidad. A nivel general, los usos relativos a la comunicación son los más comunes, mientras que las tareas más complejas, como las relacionadas con la Administración pública, presentan más desigualdades. Así, un 20% de la población necesita ayuda para hacer trámites en línea con la Administración [2]. En consecuencia, observamos que son los colectivos en mayor situación de vulnerabilidad los que menos acceden a los trámites, incluso cuando están específicamente diseñados para estos colectivos. 

Esta brecha de uso subraya la necesidad de una capacitación digital que vaya más allá de las competencias instrumentales básicas, incluyendo una comprensión crítica y una capacidad de uso autónomo y efectivo de las tecnologías digitales. 

3. Brecha de aprovechamiento 


La tercera dimensión, la brecha de aprovechamiento, se focaliza en cómo el acceso y el uso de las tecnologías se traducen en beneficios concretos para las personas. No hay inclusión digital cuando todos/as podemos acceder o utilizar las tecnologías, sino cuando tenemos las mismas oportunidades para sacarle provecho. Las desigualdades en el aprovechamiento pueden acentuar las estratificaciones sociales existentes y crear nuevas formas de exclusión.  

Como sucedía en las otras dimensiones, las condiciones socioeconómicas y los capitales social y cultural de las personas influencian no sólo cómo acceden a la tecnología y sacan provecho, sino también sus actitudes hacia ésta y la manera en que perciben sus propias habilidades digitales. En este sentido, aunque hombres y mujeres puedan tener el mismo nivel de estudios, ingresos y competencias digitales, a menudo las mujeres perciben sus habilidades tecnológicas de manera menos positiva. Esta falta de confianza impacta significativamente en su presencia en los estudios y profesiones STEAM, especialmente en roles de liderazgo. 

Retos y propuestas para la Administración Pública


Para afrontar eficazmente la brecha digital, la Administración Pública debe abordar este fenómeno como una cuestión estructural. Esto implica reconocer las tecnologías digitales como un bien social, garantizar un acceso igualitario y de calidad, y promover herramientas digitales de código abierto y soberanas. 

Además, es fundamental desarrollar políticas que aborden las desigualdades sociodigitales desde una perspectiva interseccional y promover la protección de los derechos digitales, asegurando una participación inclusiva y sin discriminaciones en el entorno digital. 

Para avanzar hacia una sociedad más justa e inclusiva, la educación digital debe trascender la enseñanza de competencias instrumentales para incluir el acompañamiento y el pensamiento crítico. Hay que tener el apoyo activo de la comunidad educativa y el desarrollo de políticas públicas que respondan a las necesidades reales de los agentes implicados. 


De la brecha digital a las desigualdades sociodigitales 


El concepto de brecha digital ha evolucionado hacia una comprensión más amplia que engloba las desigualdades sociodigitales. Este cambio de perspectiva es crucial porque pone de manifiesto la interseccionalidad de las desigualdades que atraviesan nuestras vidas. La brecha digital no es solo una cuestión de conectividad o de acceso a dispositivos; es una dimensión crucial de las desigualdades sociales que afectan a nuestra capacidad de participar plenamente en la sociedad digital. 

Entendiendo las desigualdades digitales como parte intrínseca de las desigualdades sociales, la evolución del concepto de brecha digital hacia desigualdades sociodigitales revela la profunda interseccionalidad que afecta a las personas. Esta transformación conceptual subraya que las desigualdades en el acceso, uso y aprovechamiento de las tecnologías no son meras disparidades superficiales, sino reflejos de inequidades profundamente enrarecidas en el tejido social. Por lo tanto, abordar la brecha digital requiere reconocerla como una parte integral de la lucha contra desigualdades sociales más amplias, asegurando una sociedad más justa e inclusiva para todos. 


La Fundación Ferrer Guardia es una entidad sin ánimo de lucro que, desde el 1987, trabaja en la investigación, el asesoramiento y el diseño de políticas públicas para fomentar la emancipación y la participación ciudadana activa y crítica.  
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