¿Cuáles son las claves del éxito educativo de las escuelas de nuevas oportunidades?
Por Lluís Bages y Marta Fullola

¿Cuáles son las claves del éxito educativo de las escuelas de nuevas oportunidades?

Lluís Bages

Investigador de la Fundación Ferrer Guardia

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Marta Fullola

Investigadora de la Fundación Ferrer Guardia

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Repasamos los rasgos distintivos que hacen que los centros de nuevas oportunidades sean un recurso útil de retorno al sistema educativo o de inserción laboral para personas jóvenes que han abandonado los estudios.

   

Las Escuelas de Nuevas Oportunidades, también conocidas como escuelas de segundas oportunidades, son uno de los principales recursos que hacen frente a los preocupantes datos de abandono educativo prematuro. Desde la Fundación Ferrer i Guàrdia hemos realizado en los últimos años varias investigaciones centradas en el análisis de estos recursos, que en su gran mayoría están impulsados por entidades del tercer sector.

Aunque cada recurso atiende a perfiles de personas jóvenes en situaciones diversas que piden enfoques específicos, las escuelas de nuevas oportunidades presentan una serie de rasgos característicos comunes. Uno de ellos es, precisamente, su objetivo: estructurar de forma integral un proyecto de vida para la persona joven usuaria con la finalidad de retornar al sistema educativo o insertarse laboralmente.   

Estas escuelas, pues, nacen con la voluntad de garantizar nuevas oportunidades sociales y educativas a personas jóvenes provenientes de situaciones diversas de desigualdad: social, económica, cultural y/o educativa. Para alcanzar este propósito, la estructura formativa de las escuelas es altamente flexible y combina la formación teórica con la formación aplicada, buscando la consecución de competencias personales y profesionales y llegando a ofrecer en algunos casos certificaciones como programas de formación e inserción (PFI) o certificados de profesionalidad. 

Los resultados demuestran que este tipo de programas de nuevas oportunidades son exitosos a la hora de favorecer la progresión a otros itinerarios académicos o de formación laboral y de mejorar las perspectivas de inserción laboral a largo plazo de las personas participantes. También se han puesto de manifiesto evidencias en la reducción de los comportamientos disruptivos, el aumento de la motivación y la autoestima, el fomento de las habilidades sociales y la mejora de la salud mental [1]. 

¿Y cómo se consigue todo esto?

Persona en el centro del proceso   

La base principal de las escuelas de nuevas oportunidades es que ponen a la persona joven en el centro con el fin de acompañar en la definición de su itinerario tanto personal como educativo y profesional. Por su propia concepción, estos centros entienden que sólo teniendo en cuenta los intereses y necesidades de cada persona, así como respetando sus ritmos de aprendizaje, se podrá asegurar el entorno adecuado que hará posible que la persona joven inicie un proceso de reconexión con el mundo formativo. 

Hay que tener en cuenta que las personas usuarias de estas escuelas vienen de una situación de abandono educativo prematuro derivado en muchos casos de una desvinculación emocional, conductual y/o cognitiva con el sistema educativo. Es una realidad que el modelo uniforme y homogéneo con el que se organiza la etapa de educación secundaria obligatoria dificulta que se pueda establecer una personalización curricular y pedagógica [2].  

Ante esta situación, la flexibilidad curricular, la atención individualizada y el respeto y adaptación a las singularidades de cada individuo que se ofrecen en los centros de nuevas oportunidades se convierten en fundamentales para hacer que las personas jóvenes se sientan partícipes de su propio proceso y parte activa a la hora de definir sus objetivos vitales, académicos y profesionales. Con este objetivo, desde las escuelas se facilitan las herramientas necesarias para el autoconocimiento, permitiendo que el alumnado explore y descubra sus aptitudes y vocaciones. 

Pero poner a la persona en el centro va más allá de las inquietudes formativas, se trata de estructurar de manera integral la esfera vital en su conjunto. Tal y como se ha podido identificar en las investigaciones conducidas por la Fundación Ferrer i Guàrdia [3] [4] [5] [6], las escuelas de nuevas oportunidades suponen un espacio donde los participantes pueden recuperar una rutina regular, contribuyendo así en su desarrollo personal y social. 

En esta línea, los centros sirven como un punto de encuentro para personas con experiencias similares, haciendo posible que se establezcan conexiones sociales significativas. Además, fuera del horario estrictamente escolar también incorporan actividades de ocio y recreativas como parte del proyecto, proporcionando una manera saludable y constructiva de ocupar el tiempo libre y construyendo hábitos positivos. 

Vínculo de confianza con el equipo profesional 

Un elemento clave del enfoque personalizado de las escuelas de nuevas oportunidades recae en la existencia de un/a tutor/a o una figura referente de acompañamiento y orientación que garantiza un seguimiento continuado del alumnado incluso cuando ya ha finalizado su etapa propiamente formativa en el centro. A partir de un trato cercano y de familiaridad, se crea un ambiente donde las personas jóvenes se sienten seguras para expresar sus inquietudes y para buscar apoyo cuando lo necesitan.  

De hecho, las investigaciones realizadas desde la Fundación Ferrer i Guàrdia [5] [6] apuntan a que el aspecto más valorado por las personas usuarias de los centros de nuevas oportunidades es precisamente esta relación de confianza que se genera con las personas profesionales de la escuela.  

Estos centros están formados habitualmente por un equipo profesional con pericia en diferentes disciplinas más allá de las estrictamente educativas, sino también de psicología, psicopedagogía, orientación laboral o trabajo comunitario, entre otros ejemplos.  

La presencia de un apoyo emocional y académico constante es esencial para el progreso del alumnado, ya que sentirse comprendidos y apoyados por parte de una figura referente no sólo potencia su motivación, sino que también refuerza su autoestima y confianza en sus capacidades. 

El vínculo con las personas profesionales se trata, pues, de un factor determinante para que se establezca un sentimiento de pertenencia hacia la propia escuela y asegurar así la continuidad de la persona joven en su proceso de aprendizaje.

 

Conexión con el entorno

En términos generales, las escuelas de nuevas oportunidades no limitan sus actuaciones al centro, sino que buscan integrarse plenamente en la comunidad y el territorio que las rodea. Ello implica establecer espacios de coordinación con entidades, iniciativas sociales, empresas locales, centros educativos e instituciones para crear oportunidades de colaboración conjuntas. 

En este sentido, la conexión va más allá de hacer estancias de prácticas en empresas o de tener en cuenta las necesidades laborales del territorio a la hora de planificar la oferta formativa, sino que también se busca la implicación de las personas jóvenes con su entorno a través de metodologías como el aprendizaje y servicio (ApS), situando la escuela como un agente comprometido con la mejora de la comunidad. 

La conexión con el territorio juega un papel crucial en el desarrollo socioemocional del alumnado y, por tanto, es considerada como una parte integral del proceso que se lleva a cabo en los centros de nuevas oportunidades. A través de esta vinculación con la comunidad, las personas usuarias tienen la oportunidad de ampliar la red de recursos a los que se pueden dirigir, de aumentar las posibilidades de crecimiento vital y de inserción laboral, de adquirir competencias transversales, y, en definitiva, de enriquecer su experiencia personal, ciudadana y social. 

 


En resumen, en las escuelas de nuevas oportunidades se dan una serie de factores que permiten establecer un entorno educativo estimulante y enriquecedor, que capacita a las personas jóvenes a definir y conseguir sus objetivos y a hacer frente a los retos vitales y profesionales con los que se encuentran inmersos en sus transiciones. Estos rasgos característicos que se han ido desgranando son:


  • La definición de un itinerario personalizado que se adapta al máximo a las necesidades e intereses de cada joven.
  • La flexibilidad curricular y el respeto por los diferentes ritmos de aprendizaje.
  • El acompañamiento cercano e individualizado para orientar y hacer seguimiento del proceso personal, formativo y profesional.
  • El hecho de convertirse en un espacio de referencia, de socialización y de reconexión. 
  • La integración e implicación con el entorno comunitario.

                                                                                            

La Fundación Ferrer Guardia es una entidad sin ánimo de lucro que, desde el 1987, trabaja en la investigación, el asesoramiento y el diseño de políticas públicas para fomentar la emancipación y la participación ciudadana activa y crítica.  

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Este artículo forma parte del monográfico

 

Transiciones juveniles y
 nuevas oportunidades educativas

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