Jóvenes y tecnología: el futuro es un desafío del presente
Por Anna Inglés

Jóvenes y tecnología: el futuro es un desafío del presente  

Anna Inglés 

Co-coordinadora de la Oficina Técnica del Canòdrom - Ateneu d'Innnovació Digital i Democràtica y miembro de la cooperativa Colectic.


Cuando piensas en los jóvenes, ¿crees que lo saben todo sobre tecnología? ¿Crees que son nativos digitales y, por lo tanto, traen incorporado el conocimiento sobre las herramientas y las redes que habitan? ¿Crees que saben encontrar con éxito todo lo que necesitan en la red? ¿Realmente saben los jóvenes más que el resto en lo que respecta a tecnología? ¿Lo creen ellos mismos? 

Todas estas creencias se basan en una percepción sobre ciertas habilidades, pero
la realidad nos dice otras cosas. 

Además, sabemos que a los jóvenes les preocupan sus derechos digitales. Reclaman seguridad y privacidad en la red, la capacidad de tener buenos dispositivos y conexiones que les permitan una interacción satisfactoria, e incluso un buen acompañamiento. Derechos y responsabilidades que se revelan en la Carta de derechos y responsabilidades digitales de los niños y jóvenes publicada por la Generalitat de Cataluña a través del trabajo de la Fundación Ferrer i Guàrdia (Ferrer i Guàrdia, 2022). 

Debemos proteger y garantizar estos derechos y responsabilidades digitales que tenemos con los jóvenes, especialmente si queremos una
Ciudadanía Digital activa y participativa

Estas preocupaciones son relevantes, ya que están estrechamente relacionadas con las diferentes brechas digitales diagnosticadas: de conocimiento, de acceso, de uso o calidad de los usos (Generalitat de Catalunya, 2022). Esto nos señala las vulnerabilidades a las que debemos prestar más atención al abordar la educación digital de los jóvenes y cómo afrontan las tecnologías. 

También es necesario tener una
mirada crítica en asuntos digitales que nos permita detectar sesgos en las herramientas que utilizamos y contenidos que visitamos. Sesgos de género, discriminación por cualquier circunstancia, como el origen, o incluso cuestiones éticas, que vulneran la seguridad y privacidad de las personas en el espacio virtual que habitan. 

Los datos de nuestros jóvenes caen en manos de
grandes empresas (grandes corporaciones como Google, Meta, etc.), que ofrecen soluciones tecnológicas a cambio de gestionar, almacenar, analizar y utilizar la información que generan, así como su trayectoria estudiantil, conocimientos o intereses. Estas soluciones no son soberanas ni respetuosas con sus datos, su privacidad o su seguridad. Pero, ¿son conscientes los jóvenes de que es así? ¿Lo somos el resto de la sociedad? 

Una metáfora que nos ayuda a entender esta paradoja es la siguiente: 

Cuando nos dan un lápiz por primera vez, aprendemos rápidamente cómo cogerlo y hacer garabatos. Poco a poco, y con acompañamiento, aprendemos a cogerlo de manera adecuada y a escribir las primeras letras, palabras y frases. A medida que aprendemos, incorporamos normas ortográficas y lingüísticas, e incluso aquellas personas que tienen más dominio son capaces de hacer poesía utilizando figuras más elaboradas. 

En el ámbito digital, las personas cogen el teléfono o el ordenador y aprenden, con estímulos y recompensas a base de luz y sonido, a usarlos más o menos rápidamente. Pero es a través de un buen asesoramiento que podremos aprender a proteger nuestra identidad, a ser críticos con la información que encontramos, a identificar vulnerabilidades, a ser personas creadoras de contenidos o capaces de desarrollar herramientas digitales. En definitiva, con un buen acompañamiento y aprendizaje podremos llegar a hacer poesía. 

Se debería poder garantizar un
acompañamiento adecuado en cada etapa del desarrollo cognitivo, así como de las capacidades y competencias que puede desarrollar el individuo en relación con la tecnología. Este acompañamiento debe ser conjunto y uniforme en las diferentes esferas de la vida: el ámbito educativo, formal y no formal y el ámbito familiar. Precisamente por eso, es necesario que las personas adultas también hayan aprendido y sean conscientes de las posibles vulnerabilidades. Para poder transmitir las oportunidades y los riesgos a quienes acompañan. Por tanto, es una tarea que atraviesa toda la sociedad. 

Hay que tener en cuenta que
no todos tienen acceso a un dispositivo (ordenador o teléfono) que les permita una conexión y navegación adecuadas para los usos que desean realizar. Una vez más, un sesgo socioeconómico afecta al desarrollo de la ciudadanía. Sería bueno contar con espacios donde se pueda garantizar el acceso a dispositivos y su conexión a la red, facilitando, por ejemplo, la posibilidad de seguir clases virtuales o la comunicación entre iguales. Garantizar una red de conexión segura para la ciudadanía podría ser otra forma de abordar la reducción de las brechas y los sesgos, así como los riesgos de exclusión. 

También prestamos especial atención a
cuestiones culturales. En un mundo globalizado donde vemos cómo, por ejemplo, las personas que huyen de conflictos y viajan a otros países en busca de asilo o simplemente de un futuro mejor, lo hacen aferrados a un dispositivo móvil. La esfera digital es la que les garantiza el contacto y la comunicación con los demás. Sin embargo, cuando llegan a un nuevo país, las barreras lingüísticas y culturales, en un sentido amplio, pueden ser motivo de exclusión social y digital. No entender el idioma de las páginas en las que se realizan trámites, no comprender la iconografía, los significados o la forma de presentar la información son ejemplos de lo que puede convertirse en un factor de exclusión digital y, en consecuencia, social, que deberíamos poder mitigar o acompañar facilitando la accesibilidad. 

Una vía para reducir los
sesgos de género, clase u origen pasa por la inclusión de todas las personas, atendiendo a sus diversidades, en la creación y conceptualización de herramientas, contenidos, juegos y espacios digitales. Por esta razón, el fomento de las carreras y vocaciones STEAM es uno de los pilares más importantes para reducir estos sesgos. Lograr que las adolescentes y jóvenes sean las creadoras de las redes del futuro es un desafío del presente. Además, si son partícipes de su creación, serán más conscientes de sus usos y carencias. 

Hoy en día
nos encontramos ante una nueva revolución, la de la Inteligencia artificial que es a la vez una oportunidad y una amenaza. Se trata de la Inteligencia colectiva que todas las personas han volcado en forma de información y datos en la red y que ahora está al servicio de quienes entrenan los algoritmos, les hacen preguntas y gestionan su contenido y resultados. Es un buen momento, por tanto, para prepararse para futuros trabajos vinculados a estas tecnologías emergentes y ser críticos, más que nunca, y responsables. 

Se abre un mundo de
posibilidades y oportunidades y, a su vez, crece la necesidad de tomar conciencia de la ética, los riesgos y la seguridad que deben prevalecer al abordar, resolver y desarrollar los desafíos que nos plantea la tecnología actual y futura, para garantizar los derechos y responsabilidades digitales de toda la ciudadanía. Un desafío que también estará en manos de las jóvenes de hoy.

                                                                                            

La Fundación Ferrer Guardia es una entidad sin ánimo de lucro que, desde el 1987, trabaja en la investigación, el asesoramiento y el diseño de políticas públicas para fomentar la emancipación y la participación ciudadana activa y crítica.  


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