Brecha digital de género: barreras, desconfianzas y desafíos para acelerar la igualdad tecnológica
“Los estereotipos alimentan la idea de que ellas no pueden ser auténticas expertas digitales, auténticas tecnólogas o auténticas ingenieras. Y esta imagen también afecta al interés y a la práctica individual, básica y experta, presente y futura, de las niñas y mujeres con las tecnologías digitales”.
Fembloc
Línea feminista de atención y apoyo ante las violencias digitales.
ENCUESTA BRECHA DIGITAL 2024
Las brechas digitales de género
La bretxa digital de gènere expressa la desigualtat entre dones i homes en l’accés, ús i aprofitament de les tecnologies digitals, així com en la capacitat de participació en el desenvolupament digital. Des de l’expansió de les tecnologies digitals en tots els àmbits d’activitat humana, l’expertesa digital esdevé clau per participar i definir la societat actual i futura. Justament per això, la bretxa digital s'ha convertit en una de les principals problemàtiques actuals.
En nuestro contexto, la primera brecha digital de género, respecto al acceso a dispositivos y conocimientos básicos, ha ido disminuyendo de manera importante. La segunda brecha digital de género, respecto a los tipos de usos, también se ha ido rebajando, pero todavía muestra algunas diferencias relevantes entre mujeres y hombres. Finalmente, la tercera brecha digital que tiene que ver con el conocimiento y usos avanzados, el aprovechamiento o la capacidad de trabajar en el mundo digital y contribuir a su desarrollo se mantiene, y de manera muy preocupante. De hecho, según los resultados de la encuesta 2024 de la Fundación Ferrer i Guàrdia, el 26,7% de las mujeres encuestadas afirmaba que no se veían nada capaces de asumir nuevos retos tecnológicos, frente a un 15% de hombres. A su vez, sabemos que la participación de las mujeres en los estudios y ocupaciones tecnológicas todavía resulta minoritaria, especialmente respecto a especialistas TIC que se encuentra por debajo del 25% y, todo ello, tiene importantes consecuencias para las mujeres y para el conjunto de la sociedad (González y Vergés, 2017; Martinez y Castaño, 2017; Rodríguez et al., 2023).
La preocupación por la brecha digital de género ha sido central por los feminismos de las tecnologías (Vergés, 2023). También desde el tercer sector social y desde la academia, así como desde las políticas públicas, se genera información y acciones para hacerle frente (Castaño, 2008; Vergés et al., 2009; Gil-Juárez et al., 2011, 2012). Por ello, la investigación sigue siendo necesaria. Nos puede permitir identificar barreras y oportunidades para combatir la brecha digital de género, así como hacer un seguimiento en el tiempo y ver su evolución. La principal fuente de información pública la constituye la encuesta de equipamiento y uso TIC de los hogares del INE. Ahora bien, encuestas desarrolladas por entidades del tercer sector social, como la encuesta de la Fundación Ferrer i Guàrdia, permiten superar algunas limitaciones y poder profundizar en las desigualdades digitales, especialmente en perspectiva de género.
Por ello, a continuación, desgranaremos las principales barreras por la igualdad digital de mujeres y hombres que afectan a la autoconfianza y el interés de las mujeres en las TIC. Para finalizar, apuntaremos a la necesidad, beneficios y algunas medidas para avanzar en igualdad digital de género.
Barreras al interés de las mujeres por las TIC
Nuestras estructuras y cultura todavía están profundamente afectadas por el patriarcado y, por tanto, por las desigualdades de género, también en el hecho digital. Arrastramos un desarrollo tecnosocial profundamente patriarcal, capitalista y colonial que ha implicado un conjunto de barreras al acceso, uso y participación en la tecnología de muchas personas, pero especialmente de las mujeres. Históricamente, se ha cercenado el acceso de las mujeres a los conocimientos y trabajos tecnológicos, primero de manera formal, después informalmente. Esto, no sólo ha generado desigualdades económicas, que siempre dificultan acceder a herramientas digitales de última generación, sino que, sobre todo, ha generado un poso que sigue alimentando una socialización estereotipada de género. En esta socialización se enseña y se espera diferente de las niñas y los niños, de forma binaria. Por eso desde muy pequeñas ni en la familia, ni jugando, ni en la escuela, ni en los medios de comunicación o en los anuncios, se les muestran referentes, ni se las anima lo suficiente, ni se espera que ellas se conviertan en ingenieras o expertas en tecnología digital como ellos.
De esta manera, se van conformando unas aulas de tecnología en bachillerato, en la formación profesional, en la universidad, así como unos espacios de ocio y de trabajo digital altamente masculinizados. Estos espacios no sólo están mayoritariamente ocupados por chicos y hombres, sino que esto también impregna los valores y las maneras de hacer y estar en estos espacios, así como los contenidos y productos que se desarrollan. Y todo ello hace que sean entornos donde todavía se vivan discriminaciones de género e, incluso, violencias machistas que ahora, también sabemos que toman ámbitos y formas digitales (Vergés y Gil-Juárez, 2021). Mujeres y hombres recibimos muchas violencias digitales, pero las mujeres las reciben sólo por ser mujeres, y especialmente si están en puestos de poder y altamente masculinizados, como la política o las tecnologías, es decir, fuera de lo que algunos consideran su lugar natural.
Todo esto sigue alimentando la imagen estereotipada de la que ellas no han estado, que no están, que son pocas, que son unas rara avis o, incluso, que no deberían estar, ni es su lugar natural. En definitiva, los estereotipos alimentan la idea de que ellas no pueden ser auténticas expertas digitales, auténticas tecnólogas o auténticas ingenieras. Y esta imagen también afecta al interés y a la práctica individual, básica y experta, presente y futura, de las niñas y mujeres con las tecnologías digitales. Y de alguna manera, es lo que todavía nos muestran los datos y la investigación, que las mujeres muestran actitudes de menos confianza e interés respecto a sus habilidades y capacidades tecnológicas y que esto se agrava con la edad (Sáinz & Eccles, 2012, Peral-Peral et al., 2020).
En este sentido, la encuesta 2024 de la Fundación Ferrer i Guàrdia incluye algunas preguntas que nos permiten profundizar y medir la actitud hacia las tecnologías, es decir el nivel de autoconfianza tecnológica y el interés en las tecnologías. Sus primeros resultados nos muestran que la autoconfianza y el interés están muy relacionados, es decir, cuanto más confiamos o pensamos que hemos podido o podemos aprender y utilizar autónomamente herramientas digitales, más interés tenemos en el avance digital. Y lo más preocupante es que se mantiene una importante brecha de género, especialmente en los extremos, es decir, cuando las mujeres y los hombres expresan genes de autoconfianza hacia sus saberes y capacidades digitales (un 26,7% de las mujeres y un 15% de los hombres no confían nada en poder enfrentarse a un nuevo reto tecnológico). A la vez, en el extremo de tener mucha confianza en sus saberes y capacidades digitales, los hombres tienen también mucha más (un 18,6% de hombres dicen que mucha y sólo un 12,2% de las mujeres). Por lo tanto, las mujeres con genes de autoconfianza en sus posibilidades y capacidades digitales casi doblan a los hombres y, en cambio, los hombres superan a las mujeres cuando tienen mucha confianza tecnológica.
Además, los datos muestran que el género importa en todas las edades, pero la brecha entre mujeres y hombres resulta especialmente grande en el grupo de edad mayor de 65 años, 16 puntos porcentuales de diferencia entre quien no siente nada de confianza ante un nuevo reto tecnológico, 48% ellas y 31,6% ellos. Aunque cuanto más jóvenes más autoconfianza al poder alcanzar nuevos retos tecnológicos, la distancia entre mujeres y hombres respecto a la mayor confianza es bastante destacable, un 21,7% de mujeres de menos de 30 años se sienten muy confiadas, pero los hombres aún más, un 34,9%, 13 puntos porcentuales de diferencia.
Acelerar la igualdad de género en el mundo digital
El hecho de que la brecha digital de género fuera menor entre las generaciones más jóvenes nos había hecho pensar que el tiempo lo arreglaría todo, pero la desigualdad persiste y los cambios han sido demasiado lentos. Las sucesivas generaciones de mujeres no se están apuntando de manera igualitaria a los estudios de ingenierías ni a los trabajos tecnológicos y, para las mujeres mayores, tener tiempo, adquirir nuevos conocimientos y confianza para adaptarse a los rápidos cambios tecnológicos no parece ser una realidad. Por lo tanto, si los cambios tecnológicos son acelerados, también se debería acelerar el avance hacia la igualdad de género.
La igualdad de género en el mundo digital es importante. Por un lado, por justicia de género. Es justo que la mitad de la población también pueda participar plenamente en el mundo digital, en igualdad de condiciones y de aprovechamiento. Además, ya está recogido en la normativa y es imperativo legal, y las leyes de género también deben cumplirse. Por otra parte, por su potencial e impacto. La investigación nos muestra que los equipos diversos, especialmente de género, llegan a mejores decisiones, resultados, así como excelen en capacidad creativa y de innovación (Ruiz-Jiménez & Fuentes-Fuentes, 2015). Además, cuanto más mujeres en las tecnologías y más referentes, más impacto generador de nuevas inclusiones entre sus familias y comunidades locales. Finalmente, es una necesidad para la sociedad y su desarrollo. El sector tecnológico es uno de los más dinámicos económica y socialmente en nuestro mundo actual. Para los beneficios anteriores, se necesitan personas de todo tipo y no se pueden permitir pérdidas de talento. Además, la sociedad necesita que todos, también las mujeres, puedan contribuir a conformar cómo serán las tecnologías digitales del futuro, es decir, cómo será la sociedad del futuro.
Por todo ello es necesaria diversidad de medidas y políticas en todos los ámbitos y todos los niveles para, justamente, acelerar este proceso y que ellas puedan ocurrir, y ser reconocidas, como auténticas expertas digitales. Por un lado, todavía hacen falta medidas para contrarrestar los estereotipos de género y anclar el interés de las niñas en las tecnologías digitales desde primaria. Por ello, entre otros, es necesario implementar planes STEM en las escuelas con perspectiva de género, formar en competencias digitales y de género al profesorado, visibilizar mujeres referentes, facilitar el acceso a dispositivos o, incluso, promover la participación escolar en iniciativas como "la industria se abre a la escuela en perspectiva de género", para acercar el mundo industrial y tecnológico a las chicas.
Por otro lado, hay que seguir trabajando para que los espacios digitales y entornos tecnológicos se conviertan verdaderamente en seguros y amigables para las mujeres, libres de violencias machistas, en cualquiera de sus formas. La seguridad quiere decir poder confiar en el lugar donde estamos, poder estar a gusto, sin discriminaciones y donde el entorno empodere, especialmente, a quien más lo necesita. Entre otras medidas, en los entornos laborales es clave la implementación de planes de igualdad de género, pero trabajando con las plataformas digitales para que resulten más cuidadosas con todos, menos discriminatorias y se desarrollen con más perspectiva feminista.
Finalmente, y justamente para abordar la interseccionalidad de género y edad cuando hablamos de tecnologías digitales hacen falta medidas interseccionales. Entre otros, por ejemplo, conviene ofrecer formación de reciclaje digital específica para mujeres mayores de 45 años, en el mismo entorno laboral o fuera, pero adaptada a sus contextos y comunidades, que tenga en cuenta sus entornos sociales y familiares, así como sus necesidades o disponibilidades de tiempo. Del mismo modo, el diseño de herramientas debe resultar amigable para todas las generaciones, especialmente para las mayores de 65 años. Sobre todo el inicio debe ser muy accesible y amigable. Debe posibilitar la autonomía y, a la vez, la comunicación y relación con otras personas para recibir apoyo, acompañamiento, incrementar capacidades y reforzar actitudes de confianza tecnológica que hacen tanta falta para erradicar, también, todas las brechas digitales de género.
Núria Vergés Bosch
Profesora Agregada de la Universidad de Barcelona. Cofundadora de Donestech y Fembloc. Politóloga, Máster en Políticas Públicas y Sociales y Doctora en Sociedad de la Información y del Conocimiento.
Leon Freude
Investigador postdoctoral en la Universidad Pompeu Fabra. Miembro de los grupos de investigación COPOLIS y GRETA. Miembro de Fembloc. Doctor en Sociología.
Eva Cruells
Psicóloga y Máster en Políticas Públicas y Sociales. Cofundadora de Donestech y Coordinadora de Fembloc.
La Fundación Ferrer Guardia es una entidad sin ánimo de lucro que, desde el 1987, trabaja en la investigación, el asesoramiento y el diseño de políticas públicas para fomentar la emancipación y la participación ciudadana activa y crítica.
Bibliografía:
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