Violencias de género en el entorno digital
Amalia Cuesta, Beatriz Esteban, Eleonora Expósito. Modera: Sandra Gómez.
Este grupo de discusión de ParticipaTIC se centró en el análisis de las violencias digitales, poniendo énfasis en sus manifestaciones, los factores que las perpetúan, sus consecuencias y las posibles estrategias para abordarlas. Moderada por la coordinadora de Tecnologías Digitales, Sandra Gómez, la sesión contó con la participación de:
Amalia Cuesta (ONG Accem): Experta en ciberviolencias sexuales en mujeres jóvenes migrantes.
Beatriz Esteban (Universidad de Castilla-La Mancha): Investigadora sobre violencias de género 2.0 y violencias digitales hacia mujeres jóvenes, especialmente en videojuegos en línea multijugador.
Eleonora Expósito (Universidad de Navarra y Agencia Europea para la Igualdad de Género): Especializada en violencia de género facilitada por las tecnologías en mujeres adultas y en el marco de la nueva ley de servicios digitales.
Definición y manifestaciones de las violencias digitales
Las expertas señalaron que la conceptualización de la violencia de género digital no ha sido fácil, ya que el entorno digital a menudo aún se percibe como un espacio virtual separado de la realidad. No obstante, se subrayó que la violencia digital es una extensión de las estructuras de poder patriarcales de la sociedad, formando parte de un continuo físico y psicológico de la violencia de género.
Esta agresión se manifiesta a través de medios digitales (redes sociales, mensajería instantánea, correos electrónicos) con el objetivo de humillar, acosar, amenazar o silenciar a las mujeres. Los perpetradores pueden ser conocidos o anónimos. Las formas de violencia incluyen el ciberacoso, el ciberacoso, la exposición de datos personales (doxxing), la densificación de identidad, la violencia basada en la imagen y los deepfakes (imágenes generadas por inteligencia artificial). Estas formas están en constante evolución, generando nuevos retos.
Consecuencias y colectivos más afectados
Las violencias digitales tienen un impacto significativo en la participación de las mujeres en los espacios digitales, condicionando sus decisiones y modulando su presencia en línea. Esto conduce a una minimización del malestar por parte de las víctimas y a la adopción de conductas preventivas (como ocultar la identidad o evitar ciertos espacios). Se observa una normalización de estas violencias, donde se perciben como el "precio a pagar" para participar en línea, trasladando la responsabilidad de protección a la víctima.
La violencia digital afecta de manera desproporcionada a:
Mujeres más visibles: Periodistas, defensoras de derechos humanos, activistas, políticas y creadoras de contenido, ya que su visibilidad aumenta el riesgo de ataque. Los ataques a mujeres en política a menudo se enfocan en su género y no en sus ideas.
Colectivos en situación de vulnerabilidad: Se debe tener una mirada interseccional, porque el género se cruza con factores como la clase social, el origen, la etnia, la discapacidad o la orientación sexual, multiplicando las barreras y las formas de discriminación. Las mujeres migrantes, por ejemplo, pueden enfrentar racismo y sexualización en la búsqueda de vivienda en línea.
Adolescentes y jóvenes: En una etapa clave de construcción de la identidad, la presencia en espacios violentos tiene consecuencias profundas para su autoestima y bienestar emocional. Muchas veces, en lugar de protegerse, se exponen directamente al riesgo o intentan afrontar la violencia con más violencia, normalizando estos códigos.
Las consecuencias incluyen:
Daño psicológico y emocional: Estrés, ira, rabia y un malestar generalizado.
Abandono de los espacios en línea y auto-silenciamiento.
Revictimización constante debido a la persistencia del contenido digital.
Coste económico brutal: Se estima entre 50.000 y 90.000 millones de euros en la UE, siendo la mayor parte (60%) la pérdida de calidad de vida de la víctima.
Factores que sostienen y perpetúan las violencias
Las violencias digitales se perpetúan por una combinación de factores estructurales:
Reproducción de desigualdades offline: El espacio digital no es aislado, sino que reproduce y amplifica las desigualdades ya presentes en el mundo no digital. El anonimato en línea puede potenciar conductas inadecuadas y violentas.
Diseño androcéntrico de las plataformas: Las plataformas a menudo están diseñadas sin perspectiva de género ni consideración de la vulnerabilidad interseccional, reproduciendo sesgos. La burbuja de seguridad en el metaverso, por ejemplo, traslada la responsabilidad a la víctima.
Falta de regulación e impunidad: Las plataformas no se autorregulan, ya que la polarización y el contenido extremo generan más engagement (interacción) y, por tanto, más beneficios económicos. La impunidad es el “combustible” de la violencia.
Normalización de la violencia: Especialmente entre hombres jóvenes, se observa una normalización de los discursos de la extrema derecha y misóginos (la "machosfera"), que niegan la violencia de género y fomentan la impunidad. Los agresores a menudo no identifican sus conductas como violentas.
Falta de datos de calidad: La falta de datos desglosados y comparables invisibiliza el problema y dificulta el desarrollo de políticas públicas efectivas.
Estrategias para una cultura digital más justa
Las participantes propusieron diversas estrategias para afrontar las violencias digitales y promover espacios más seguros y equitativos:
Regulación de plataformas y políticas públicas: Es fundamental una regulación que obligue a las empresas tecnológicas a garantizar la seguridad y la equidad, similar a la regulación de otras industrias de riesgo. La nueva Ley de Servicios Digitales (DSA) y la directiva de la UE contra la violencia contra las mujeres (que ilegalizará el ciberacoso, la violencia basada en la imagen y el discurso de odio de género a partir de 2027) son pasos importantes.
Modernización judicial: Hay que asegurar que los crímenes digitales sean perseguidos y que haya certeza de la pena, ya que la impunidad es un motor de estas violencias.
Diseño de plataformas: Impulsar el concepto de "seguridad por diseño" e incorporar perfiles diversos (género, raza, orientación sexual, etc.) en el diseño y desarrollo de las tecnologías.
Educación y alfabetización digital: Enseñar pensamiento crítico y competencias digitales desde la primera infancia, antes del acceso a móviles y redes sociales. Esta formación debe ser de calidad e impartida por profesorado con perspectiva de género y alfabetización digital.
Trabajar con los hombres/chicos: Hay que enfocarse en la construcción de masculinidades igualitarias y la corresponsabilidad, educando a los hombres a diversificar el contenido que consumen y a no normalizar la violencia.
Visión compartida y alianza estructural: Definir qué tipo de espacio digital queremos construir como sociedad, con una visión común y una inversión pública decidida. Esto requiere la colaboración entre administraciones, escuelas, entidades sociales, empresas y familias.
Acompañamiento de calidad: Las familias necesitan información y apoyo para acompañar a los jóvenes sin miedo, ya que la calidad del acompañamiento varía según el contexto socioeconómico.
Inclusión de los jóvenes: Hay que incluir a los adolescentes y jóvenes como sujetos activos en la transformación del entorno digital, no sólo como beneficiarios.
Transversalidad: La perspectiva de género y el ámbito digital deben "transversalizarse" en todos los niveles educativos y en todas las políticas para reflejar su impacto estructural en la sociedad.
El grupo concluyó que las desigualdades de género en el entorno digital son un problema estructural y multifactorial que requiere una intervención sistémica y una visión crítica y transformadora de la sociedad en conjunto.

La Fundación Ferrer Guardia es una entidad sin ánimo de lucro que, desde el 1987, trabaja en la investigación, el asesoramiento y el diseño de políticas públicas para fomentar la emancipación y la participación ciudadana activa y crítica.