Educación STEM: cómo garantizar vocaciones libres de sesgos
La investigación científica no encuentra diferencias biológicas significativas entre sexos que expliquen la desigualdad de género en STEM: las pequeñas diferencias observadas son ambientales y entrenables.

Sílvia Planella i Oriol
Ingeniera mecánica y arquitecta técnica, fundadora de la asociación ENGINY-era.
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Vivimos en una sociedad que necesita urgentemente talento STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) para hacer frente a los retos del presente y del futuro. Sin embargo, las vocaciones en estos ámbitos continúan estando profundamente condicionadas por factores sociales como el género, el origen, la clase social o el lugar de residencia. Esta desigualdad no solo afecta las oportunidades individuales: representa un freno estructural para el progreso colectivo y la justicia social.
Según datos de la UNESCO, las mujeres solo representan el 34% del alumnado universitario en disciplinas STEM y un 17%en la formación profesional tecnocientífica. Esta brecha no es fruto de una falta de capacidad o interés, sino de un sistema educativo y cultural que continúa transmitiendo mensajes implícitos sobre quién “pertenece” a estos campos y quién no. El sesgo empieza mucho antes de escoger estudios, a menudo en la primera infancia, y se mantiene a lo largo de toda la trayectoria educativa.
El peso de los estereotipos desde la infancia
Los estereotipos de género asociados al talento científico o tecnológico se instalan muy pronto. Diferentes estudios muestran que, en edades tan tempranas como los 5 o 6 años, los niños y niñas ya asocian el genio o la inteligencia a figuras masculinas. Este imaginario se refuerza con los juegos, las narrativas infantiles, la televisión y hasta con las prácticas educativas, como cuando se propone dibujar a una persona científica y la mayoría de los alumnos dibujan a un hombre blanco con bata de laboratorio.
Este contexto genera lo que se conoce como brecha de confianza: a pesar de tener igual o mejor rendimiento académico en matemáticas y ciencias, muchas niñas no se perciben capaces de acceder a itinerarios STEM. El problema no son sus capacidades, sino las expectativas sociales y educativas que reciben, a menudo inconscientes pero profundamente efectivas. Según una encuesta de la OCDE (PISA, 2018), las chicas con altas capacidades en matemáticas tienen menos probabilidad de escoger carreras STEM que sus compañeros, hasta con cualificaciones similares. La confianza se construye, o se rompe, con mensajes sutiles, roles asignados y ausencias simbólicas.
Talento y género: ¿qué dice la investigación?
La idea de que niños y niñas tienen habilidades naturales diferentes para las disciplinas científicas no tiene base científica. La investigación en neurociencia, educación y psicología cognitiva es clara: no existen diferencias biológicas significativas entre sexos que expliquen la desigualdad de acceso o rendimiento en STEM. Las pequeñas diferencias observadas, como la percepción espacial, se pueden atribuir a factores ambientales y de experiencia, y son perfectamente entrenables.
El concepto de plasticidad neuronal es fundamental: el cerebro infantil es altamente adaptable y las habilidades STEM se pueden desarrollar con práctica, estímulos y oportunidades. Esto pone de manifiesto la responsabilidad del entorno educativo y social en ofrecer las condiciones para que todo niño y niña pueda explorar estas áreas, independientemente de su género u origen.
Un experimento llevado a cabo en los Estados Unidos (Hyde et al., 2008) analizó los resultados en matemáticas de niños y niñas en pruebas estandarizadas. El estudio concluyó que las diferencias de género son prácticamente inexistentes cuando las condiciones educativas y socioeconómicas son similares. Es decir, las desigualdades no provienen de las capacidades, sino de las condiciones del entorno.
Interseccionalidad: cuando el género no es la única barrera
La desigualdad de acceso a las vocaciones STEM no es una cuestión exclusivamente de género. Cuando el género se cruza con otros ejes de desigualdad, como la clase social, el origen cultural, la discapacidad o el territorio, las barreras se multiplican. Hablar de interseccionalidad no es un ejercicio teórico: es esencial para comprender cómo se configuran las oportunidades reales de miles de infantes y jóvenes.
Una niña racializada que vive en un barrio con pocos recursos, sin acceso a actividades tecnológicas o referentes profesionales en su entorno, difícilmente optará por un itinerario STEM. No por falta de talento, sino porque no ha tenido la oportunidad de imaginárselo como una opción viable.
Este enfoque interseccional debería formar parte de cualquier política educativa. Por ejemplo, los programas de extensión educativa que ofrecen actividades tecnológicas fuera del horario escolar pueden tener un impacto importante si se desarrollan prioritariamente en territorios con mayor vulnerabilidad social.
La importancia de los referentes
Uno de los obstáculos más relevantes identificados en la investigación educativa es la ausencia de referentes diversos. Un informe de la Universitat de València (López-Navajas, 2014) concluye que solo el 7,5% de las personas científicas mencionadas en los libros de texto de secundaria son mujeres. Esta ausencia manda un mensaje claro: que el conocimiento científico es masculino.
Los referentes femeninos reales y cercanos son imprescindibles para romper esta asociación y ampliar el imaginario de las nuevas generaciones. No se trata solo de visibilizar grandes nombres de la historia de la ciencia, sino también de mostrar figuras accesibles: mujeres que trabajan como técnicas, ingenieras o programadoras y que disfruten de su trabajo sin necesidad de haber obtenido un reconocimiento.
Además, hacen falta referentes que reflejen la diversidad de perfiles y trayectorias: mujeres con discapacidad, racializadas, de contextos rurales o con formación profesional. Solo así las niñas pueden ver que las STEM también son para ellas, sea cual sea su origen o identificación.
El impacto de los equipos homogéneos: innovación y sesgos
La falta de diversidad en los equipos científicos y tecnológicos no es solo un problema de justicia: tiene consecuencias directas sobre la calidad de la innovación. Los sistemas de inteligencia artificial, por ejemplo, han evidenciado múltiples sesgos en reconocimiento facial, aplicaciones médicas o selección de personal. Estos errores no son fallos técnicos: son el resultado de equipos poco diversos que reproducen sus propios sesgos en el diseño de los sistemas.
La presencia de mujeres y otros colectivos infrarrepresentados en los equipos STEM es clave para garantizar que la tecnología responda a las necesidades de toda la población. La diversidad aporta perspectivas, experiencias y preguntas diferentes, que mejoran la innovación, la eficiencia y la ética del desarrollo científico y tecnológico.
Educación coeducativa y sistemas de apoyo
Para revertir estas desigualdades, es necesario actuar desde una perspectiva sistémica. La coeducación, entendida como una educación que fomenta la igualdad real entre géneros desde la práctica cotidiana, es una herramienta clave. Esto implica repensar contenidos, lenguaje, materiales y metodologías, así como formar al profesorado para identificar y desafiar sus propios sesgos.
Muchos docentes expresan la voluntad de trabajar por la igualdad, pero carecen de recursos o formación específica. Por eso, es fundamental que las administraciones públicas incorporen la perspectiva de género y la coeducación como parte estructural de los planes de formación docente, tanto inicial como permanente.
Además, es necesario proporcionar recursos pedagógicos y metodologías activas que permitan al alumnado explorar las STEM desde una mirada inclusiva. Materiales que incorporen referentes diversos, actividades prácticas que conecten con la vida cotidiana y proyectos colaborativos pueden tener un gran impacto en la motivación y en la percepción de capacidad.
Se necesita una alianza estructural por la igualdad en STEM
La igualdad de oportunidades en las vocaciones del futuro no puede depender de la iniciativa de unas pocas entidades comprometidas ni de la voluntad individual. Requiere políticas estructurales, inversión pública y colaboración entre administraciones, escuelas, entidades sociales, empresas y familias.
Porque el talento no tiene género, ni origen, ni código postal. Tiene condiciones. Y si no garantizamos esas condiciones de manera equitativa, no solo estamos limitando trayectorias individuales: estamos hipotecando nuestro futuro como sociedad.

Este artículo se ha elaborado a partir del trabajo de campo y los datos recogidos por diversas entidades y estudios sobre igualdad y STEM. Para profundizar, podéis consultar:
- Hyde, J. S. et al. (2008). Gender similarities characterize math performance. Science.
- López-Navajas, A. (2014). Análisis de la ausencia de las mujeres en los manuales de la ESO. Universitat de València.
- OCDE (2018). Programme for International Student Assessment (PISA).
- UNESCO (2021). Descifrar el código: la educación de las niñas y las mujeres en STEM.